Un niño grita el cielo y un ave sale de su boca como poesía sin sentido escrito por una pluma del alma fisgona salida como de un libro inédito
Prologo de un poeta que ya murió sin ver la muerte
Mi poesía es un grito en la oído del hereje que es ciego, el anuncio de la muerte que vive para irse conmigo a un baile de versos y estrofas que nacen de mi mano que me lleva de vuelta a al vida para perturbar con lo que sale de mi boca, de mis poros, de mi lengua anticuaria difuminada por el tiempo, por mis dedos grises de mis manso mas grises todavía
sábado, 15 de mayo de 2010
Amor de abuela
Gertrudis recibe una llamada de último momento de la policia, le dicen que su hijo mayor, Adolfo de diecisiete años lo atraparon intentando robar de una maquina un chocolate en otra ciudad a un día de viaje de distancia y se le atoro la mano en la maquina; mira con preocupación al menor, Calvin de tan solo ocho años, el le pregunta a Gertrudis que paso porque lo miraba así de esa manera, solo le respondió que tendrá que irse por un día donde su abuela. El pequeño Calvin miro a su madre y recordó con mucho dolor el bastonazo que le dio en la cabeza ocasionándole un chichón del tamaño de su mano, lo tomo como un último recuerdo que no olvidara.
Calvin amurrado miranda la ventana pensaba en lo fácil que se irrita su abuela, su madre lo distrajo de su recuerdo cuando le explica por qué tiene que ir allá y no donde un tío o donde su padre, a ella tampoco le gustaba como tampoco a el, luego un silencio se apodero del auto en todo el resto del camino. Cuando llegaron a la casa de su abuela le pareció algo estereotípico, la típica casa vieja llena de maleza y la pintura descascarada; su madre tocó la bocina y su abuela salio enojada como habitualmente recibía a toda visita, Gertrudis se bajo del auto con Calvin, le dijo a su madre que se iría por un día, la abuela como respuesta obvio que la insulto-maldita ingrata como te pude dar luz si ni siquiera me vienes a ver-, con la cara seria le mostró el dedo del medio y se fue en el auto lanzando una piedra por la ventana hacia la casa. La abuela miro con desprecio a Calvin y le dice-tu debes ser el otro miserable hijo de Gertrudis-le pego un bastonazo y le mando que caminara, en la sala de estar le pega otro bastonazo reprochándolo sin ninguna razón-maldita sea tengo que mostrarte tu habitación miserable niño, eso me pasa por ser gentil-, Calvin quedo mirando con mucha confusión a su abuela y esta le dice que si acaso quiere que le diga que si quiere un dulce, que se olvide esa idea tan absurda, una vez que le mostró su habitación le dijo la hora de comer y se fue a escuchar las radios del año en que ella era joven, unas radios que eran tan viejas como ella. Se sobo la cabeza por los dos bastonazos anteriores y pensó que ella era más que una abuela, era un peligro para un niño; cuando escucho la llamada de su abuela bajo muy callado dejando que solo se escucharan los escalones crujir con las pisadas, la abuela irritada como siempre le dice que no haga ruido y se apurara porque no calentaría la comida de nuevo, la comida no se veía muy apetitosa, parecía que la hizo una cocinera de escuela, pegada y de sabor extraño. Una vez que termino de comer pidió permiso para ver televisión pero se enojo nuevamente la abuela,-y para que quieres ver televisión, crees que soy tonta porque soy vieja, claro que no niño de mierda-.
La abuela se mecía en su silla mecedora mirando las noticias y criticándolas a la vez, como lo hacia no se sabe, tomo valor diez minutos y le fue a preguntar por qué actuaba de esa manera, la abuela le dijo que no preguntara eso de nuevo porque a al próxima vez le pegara un bastonazo tan fuerte que no recordara ni su nombre; con mucho miedo se fue a su habitación, para tranquilizarse prendió una televisión vieja que había, nunca supo como lo hizo pero la abuela subió rápido y le pego un bastonazo más que tuvo que agregar a su lista, la apago para no recibir otro y se fue a dormir.
Es el ultimo día y su madre llego más temprano de lo debido, Calvin se alegro tanto que sin intención alguna rompió un vidrio, para evitar otro bastonazo ordeno sus cosas, no entendió como fue que lo ordeno todo en par de minutos, bajo las escaleras y salio por la puerta evitando el regaño por el vidrio. Abrazo a su madre fuertemente y se subió al auto poniendo seguro a la puerta, Gertrudis alcanzo a detener el bastonazo que le iba a dar por el vidrio roto, le quito el bastón y se lo lanzo muy lejos, se subió al auto y le grito –Jodete vieja de mierda-. La anciana sin su bastón persiguió al auto hasta la esquina en que doblaron, por la euforia de tanto gritar insultos a Gertrudis le dio un infarto, camino con mucha dificultad para conseguir ayuda pero la muerte vino por ella, una funeraria la arrollo terminando con su vida de improperios y odio hacía sus hijos y nietos.
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